Tras varios cientos de años, el gobierno de Okuninushi y sus descendientes se fue degenerando y los dioses malvados volvieron a dificultar la vida de las gentes. Amaterasu decidió extender su gobierno a esa región y envió a un hijo para dominar la zona, pero al cabo de tres años no había conseguido volver. Luego envió a un dios llamado Ame-no-waka-hiko para que averiguara qué había sucedido. Este se casó con la hija de Okuninushi y conspiró para apoderarse del territorio de Okuninushi. Ocho años después, Amaterasu envió un faisán divino para que preguntara a Ame-no-waka-hiko la causa de su retraso. Éste disparó al faisán con una flecha que lo atravesó y fue a parar al dios Takami-musubi, quien la devolvió, matando al traidor cuando estaba en la cama.
Amaterasu mandó luego a dos dioses valientes y de confianza, Futsunuchi-no-miko-to y Takemikazuchi-no-mikoto, para que le reclamaran la tierra a Okuninushi. Se sentaron en las puntas de sus espadas que colocaron en la cresta de una ola en el mar frente a Inasa, Izumo, y así presentaron su ultimátum. Okuninushi se sintió impresionado al verlos y se rindió a condición de que se reservara un lugar para él entre los dioses adorados en Izumo. Amaterasu estuvo de acuerdo y el santuario construido para él en Kizuki, Izumo, sigue siendo el segundo más importante después de Ise.