Como en otras civilizaciones, la mitología japonesa venera a diversos héroes culturales; en este caso ligados sobre todo al ciclo de Izumo.
A pesar de su imagen negativa en los mitos de Amaterasu, fue Susa-no-o quien comenzó el proceso de colonización del Japón tras su expulsión del cielo.
Las hazañas de su descendiente son muy importantes y se le atribuye la introducción del cultivo del mijo y del arroz, la medicina, la cría de los gusanos de seda, el tejido, etc. Puede haber resonancias aquí de los esfuerzos de los primeros colonizadores del país nipón.
Los espíritus malignos encontrados por Okuninushi tal vez sean las formas endemoniadas de los primeros habitantes del lugar.
Tras su regreso de Yomi, el inframundo, Okuninushi siguió el consejo de Susa-no-o y venció a sus hermanos. Al final mató a todos y se convirtió en el único gobernante de Izumo. Luego fue a vivir con Suseri-hime en un palacio construido en Uga-no-yama, Izumo. Al oír que había regresado ileso del inframundo, Ya-gami-hime de Inaba fue a ver a Okuninushi, pues había dado a luz mientras él estaba ausente. Pero cuando llegó al palacio se sintió avergonzada e inferior a Suseri-hime, y por ello permaneció fuera y dejó el niño en un árbol fuera de la puerta. Los criados de Okuninushi descubrieron al pequeño y se lo entregaron. Suseri-hime dijo que criaría al niño como si fuera suyo, algo que cumplió, llamándolo Kimata-no-kami, el Dios tronco de árbol.
Cuando Okuninushi se estableció en Izumo, casi todo el país más allá de este lugar era todavía salvaje e informe. Sólo había bosques densos, pantanos, animales feroces y espíritus malignos. Recordando la predicción de Susa-no-o, Okuninushi comenzó a limpiar las zonas cercanas a Izumo con un arma llamada Yachihoko (8.000 espadas). Con ella caminó incansablemente por el territorio, mató demonios y construyó lugares seguros donde la gente podía vivir. A causa de estas proezas fue conocido como Yachi-hoko-no-kami.