Nació: en Madrigal de las Altas Torres, España, el 22 de abril de 1451. Falleció: en Medina del Campo, España, el 26 de noviembre de 1504.
Isabel I reinó en Castilla a fines del siglo XV. Se granjeó el apodo de La Católica.
Isabel la Católica es un personaje controvertido. Para algunos fue una santa llena de virtudes políticas. Para otros fue lisa y llanamente inescrupulosa. Fue proclamada reina de Castilla luego de una serie de intrigas palaciegas de las que aprendió hasta qué punto los nobles tenían influencia. Por lo que una vez que accedió al poder sojuzgó a la nobleza castellana y afianzó el prestigio de la corona. Casada con Fernando de Aragón, fue responsable del nacimiento de la Inquisición y de la persecución de musulmanes y judíos, y promovió la conquista de Granada y de América.
Su madre fue Isabel de Portugal y su padre, Juan II de Castilla, quien estuvo casado en primeras nupcias con María de Aragón. Creció en Arévalo junto a su madre y su hermano, pues su padre falleció y fue sucedido en el trono por Enrique IV, hijo de su primer matrimonio, que se casó a su vez con Juana de Portugal. Esta última dio a luz a una niña a pesar de que el rey era impotente. Se sospechaba que el padre biológico era el conde Beltrán de la Cueva, por eso la niña, llamada Juana, fue apodada La Beltraneja.
Isabel vivió con holgura al margen de la corte durante dieciséis años, Pero cuando su hermano murió, según se dijo envenenado, se declaró heredera de la corona y en contra de Enrique IV, que contaba con que su hija sería la reina. Finalmente, luego de pleitos y especulaciones se acordó que Isabel heredaría el trono a cambio de no traicionar a su hermanastro. Además, él decidiría con quién casarla.
Pero Isabel sospechó que la casarían con Alfonso V de Portugal, convirtiéndola en reina de este país y alejándola de Castilla, donde acabaría reinando Juana. Por lo que negoció con el reino de Aragón y se casó en secreto con su heredero Fernando, gracias a una falsa bula papal. De modo que cuando Enrique IV murió se declaró reina de Castilla sin cumplir con su parte del pacto, dando comienzo a una guerra civil pues la Beltraneja no estaba dispuesta a ser desplazada. Los enfrentamientos duraron cinco años hasta que se reconoció a Isabel como reina y se delimitó el área de expansión de Castilla en la costa Atlántica africana. Ese año, además, murió Juán II y su hijo Fernando accedió al trono Catalano-aragonés, lo que significó la unión dinástica de Castilla y Aragón.
Los ejes de la política desarrollada por Isabel I y Fernando II fueron el afianzamiento y la expansión del poder real, el estímulo de la economía, la reconquista peninsular y el fortalecimiento de la fe católica. En concreto, la creación de la Inquisición, la expulsión de judíos y musulmanes, el apoyo a Colón, la reconquista de Granada y la unión de Castilla fueron los acontecimientos significativos de los casi treinta años en que Isabel gobernó con mano de hierro consolidando el Imperio español.
Sus cinco hijos fueron Isabel, reina de Portugal; Juan, quien murió prematuramente; Juana, reina de Castilla al morir su madre; María, reina de Portugal tras su hermana Isabel; y Catalina, reina de Inglaterra con Enrique VIII. Fiel a su estilo, Isabel diseñó cada matrimonio como parte de una estudiada política exterior para frenar a los franceses. Sin embargo fracasó, pues Felipe el Hermoso, casado con su hija Juana, acabó pactando con ellos tras ser cómplice en el encierro de su esposa, que fue declarada loca. Se dice que murió de pena pues sus últimos años fueron tristes: vio morir a sus hijos varones y con ellos la extinción de su dinastía.
Isabel trascendió como una persona piadosa, pero fue sobre todo una mujer determinada y muy bien preparada en diversas materias. Su vocación por el conocimiento la llevó a armar una importante biblioteca y a transmitir su gusto por el saber a sus hijos, que fueron cuidadosamente educados. Lo que resulta llamativo en el caso de las mujeres, ya que la instrucción de Isabel estaba por encima de lo que entonces era considerado normal.