Josephine Baker

Nació: en Missouri, EE.UU., el 3 de junio de 1906. Falleció: en París, Francia, el 12 de abril de 1975.

Freda Josephine McDonald fue una original bailarina y cantante en espectáculos de variedades y cabaret, famosa por denunciar la discriminación y el imperialismo.

La «Venus Negra», fue la primera estrella negra del Music Hall de Francia, su patria adoptiva. Fue una vedette singular, un cráter en erupción. Tenía un cuerpo escultórico, una mente lúcida y una personalidad extraordinaria. Asumió un compromiso social profundo y respaldó infinidad de causas justas. Luchó contra la discriminación racial, participó en la Resistencia francesa, actuó para animar a los aliados durante la guerra y apoyó en Cuba los movimientos de promoción social afro-americanos.

Nació en St. Louis, Misissippi, fruto de la relación entre dos artistas de tres al cuarto que no hicieron mucho para cuidarla. Desde muy pequeña trabajó para abastecerse, empleándose en todo tipo de servicios, hasta que a los diez años ganó un dólar en el certamen de baile de una feria de pueblo y supo que podía convertir sus dotes en un oficio. Pero pasó tiempo antes de concretarlo. Tenía trece cuando se casó con un desgraciado del que se divorció al año siguiente. A los quince eligió a su segundo esposo, un guitarrista de blues y adoptó el apellido artístico que la haría inmortal. Finalmente se lanzó a los escenarios.

Por entonces, Estados Unidos era víctima de un segregacionismo fanático, y cuando Mrs. Baker llegó a Francia en 1925 se encontró con un panorama muy diferente del que se vivía en su casa. Sin demasiado preámbulo logró imponerse en el Music Hall y en la Revue Nègre, causando escándalo y fascinación en iguales dosis. Su fama creció con sus extravagancias: se mostraba casi desnuda en escena con un taparrabos hecho de bananas y al mejor estilo Sarah Bernhardt se rodeaba de animales exóticos. Tenía un loro, una serpiente, un conejo, un leopardo, un chanchito y cientos de admiradores obnubilados con sus encantos. Fue modelo de Picasso, amante de Georges Simenon y mujer fetiche de Ernest Hemingway. Hasta el más negado para la música aprendió a tararear sus canciones. Su personalidad causó Conmoción en Francia. Pero en su país no tuvo el mismo impacto.

Cuando llevaba un tiempo radicada en París, Baker abrió su propio club, al que llamó Chez Joséphine. Comenzó a trabajar para el cine: a La Sirène des Tropiques siguieron Zouzou y Princesse Tarn Tarn.

Además, fue modelo fotográfica y pin-up, y en la década del ''30 grabó sus primeros disros, imponiéndose con la canción J''ai deux Omours. Pero mientras en Europa la idolatraban, en América era blanco de la censura. Por lo que terminó por adoptar la ciudadanía francesa. Sin embargo, ni siquiera entonces se desligó de su pueblo y apoyó desde Francia el movimiento de los derechos civiles y las luchas contra el racismo. Luego de casarse con el director de orquesta Jo Bouillon, trabajó algunos años en el circuito de cabarets de París y finalmente realizó una gira mundial con la que se despidió del mundo del espectáculo. Entonces adoptó a doce huérfanos de distinto origen y se retiró con su tribu del arco Iris en su Castillo de Milandes en la Dordoña francesa, y sólo volvió al escenario por problemas económicos.

En 1975, sin embargo, aceptó ser la estrella principal en una retrospectiva en el club Bobino de París, y no lo hizo por dinero sino para celebrar sus 50 años con el teatro. El show fue un éxito. Una semana más tarde, - una hemorragia cerebral le arrebató la vida a los sesenta y ocho años.

Agente encubierta

Además de sex symbol, Josephine Baker fue espía.

Cuando los nazis tomaron París, la cantante escondió en su casa a miembros de la resistencia, realizó viajes con la excusa de dar conciertos para hacer contacto con otros agentes y transmitir información, transportó mensajes escritos con tinta invisible en los textos de sus canciones, y asistió como artista a fiestas diplomáticas para averiguar datos.