Nació: en Chuquisaca, Perú, el 12 de julio de 1780 Falleció: en Chuquisaca, el 25 de mayo de 1862.
Juana Azurduy fue una guerrillera alto-peruana que luchó junto a su esposo por la independencia y cuyo desempeño la convirtió en una heroína de esta causa.
Su nombre es sinónimo de americanismo y lucha por la libertad. Fue una guerrillera audaz, de singular desempeño en la batalla contra las tropas realistas. Fue admirada por Bolívar y Belgrano, y casi venerada por su pueblo. Con su compañero Manuel Padilla entregó su vida a la independencia americana. Tanto que en pleno combate vio agonizar a sus hijos, perdió a su marido y dio a luz a la que fue la única sobreviviente de la familia. Y como muchos de los héroes de esta gesta, murió olvidada.
Juana Azurduy nació mientras estallaba la rebelión de Túpac Amaru, y al crecer aprendió el quechua y el aymara ayudando en los trabajos del campo familiar a la par de campesinos e indios. La temprana muerte de sus padres la precipitó a su primera rebelión: a cargo de una tía conservadora fue internada en un convento, donde se alzó en contra de la disciplina monacal y promovió reuniones clandestinas. Como consecuencia, a los ocho meses fue expulsada. Entonces conoció a Manuel Padilla, cuyos antepasados estaban ligados a la historia de la resistencia alto-peruana. Esto produjo una impresión favorable en Juana y entabló con él una profunda amistad, compartieron las ideas republicanas en auge y su interés en la lucha por la libertad, la igualdad y la fraternidad que ya conmovía los cimientos de la dominación española en las colonias virreinales americanas. Al tiempo, los amigos se casaron y tuvieron tres hijos antes de que la caída de Fernando VII bajo la ocupación de Napoleón desencadenara la revolución de Potosí en la que la pareja hizo historia luchando de igual a igual contra las tropas realistas.
El primero en incorporarse fue Padilla, pues aunque Juana quiso Acompañarlo no se permitían mujeres en el ejército. Éste encabezó la Resistencia junto a los indios, venció al enemigo y su figura fue adquiriendo tintes de leyenda. Cuando se produjo la ocupación de Potosí fue él quien organizó el ejército, entonces Juana pudo colaborar y alento con su ejemplo a muchas mujeres.
Pronto ganó un enorme prestigio y prácticamente fue convertida en objeto de culto.
La pareja fue un elemento clave en la defensa contra el avance español. Impuso el método de guerrillas conocido como republiqueta, especie de centro autónomo a cargo de un jefe político militar. Fue tan cruel la lucha que a pesar de que el coraje de los que fueron nombrados jefes era proverbial, muchos murieron. Juana perdió a cada uno de sus hijos a causa de enfermedades contraídas en las condiciones extremas de la guerra. Se dice que después de este suceso Padilla se volvió brutal, y Juana más intrépida que nunca. De hecho, nuevamente embarazada parió en plena batalla a una niña, y defendiendo el botín del que disponían los revolucionarios para sobrevivir se alzó frente al enemigo con su hija en brazos.
Cuando mataron a Padilla Juana fue nombrada teniente coronel e Intentó reorganizar la tropa, pero no tenía recursos y acabó perdiendo apoyo. Entonces se dirigió a Salta y luchó junto a Güemes hasta que éste murió, y terminó vagando pobre y deprimida. Al saberlo, Bolívar le concedió una pensión que luego fue incrementada por Sucre. Pero entre papeleos la perdió y acabó sus días olvidada y en la pobreza. Murió con más de ochenta años, y un siglo después sus restos fueron exhumados para ser homenajeados y guardados en un mausoleo.
Cuentan las crónicas de la época que después de ver pelear a la valerosa Juana Azurduy el propio General Manuel Belgrano le obsequió su espada a modo de reconocimiento. Juana fue siempre leal a la causa, y ocupando en plena guerrilla el cerro de la Plata se hizo con la bandera enemiga con denodado arrojo. Su accionar causó tal impacto que luego le fue concedido el grado de Teniente Coronel en virtud de su varonil esfuerzo.