Nació: en Domrémy, Francia, el 6 de enero de 1412. Falleció: en Rouen, el 30 de mayo de 1431.
Juana de Arco fue una joven francesa, heroína militar y santa que liberó a su pais del yugo inglés. Murió en la hoguera víctima de los prejuicios de su tiempo.
Esta muchacha campesina, sorprendentemente seria y segura de sí misma, tenía poco más de dieciséis años cuando no sólo se atrevió a indicarle al rey qué debía hacer para salvar a Francia, sino que se presentó como la elegida por Dios para comandar la misión. Logró su objetivo al alcanzar un sorprendente triunfo en un dominio que era exclusivo de hombres. La historia la presenta como una visionaria, pero seguramente las voces que la guiaban eran también el eco de sus propios anhelos y esperanzas, impensados en una mujer de su tiempo.
Francia estaba en guerra desde tiempos remotos, y transcurrieron 100 años de conflagración antes de volver al orden. Apenas se restablecía la tranquilidad comenzaban los asedios y había batallas que beneficiaban al bando inglés, cuyas tropas habían cercado a Órleans, el último baluarte francés. La resistencia de esta región había impedido que los ingleses atravesaran el Loira y acabaran conquistando también el sur de Francia, pero era lo único que faltaba para que se perdiera la guerra de forma definitiva.
Juana era una hija de campesinos que antes de entrar en la historia, prometía convertirse en una buena ama de casa siguiendo los pasos de su madre. Pero era una niña particularmente devota y al cumplir los trece años comenzó a tener visiones y a oír voces divinas que le anunciaban que había sido elegida para liberar a Órleans y salvar a Francia. Las visiones fueron cada vez más frecuentes y las voces más apremiantes. Por lo que convenció a un tío para que la acompañara y sin decirles nada a sus padres se presentó ante el capitán Baudricourt para exponerle su situación, pero éste no le hizo caso.
Después de muchas vicisitudes logró llegar hasta el delfín Carlos VII. Juana jamás lo había visto, pero se abrió
paso entre los caballeros e hincó la rodilla ante el príncipe, que pretendía pasar desapercibido entre la gente. Esto impacto tanto al delfín que accedió a su pedido: le dio la gente armada que necesitaba para obligar a los Ingleses a levantar el sitio de Órleans. A continuación, tal como Juana lo había predicho, el príncipe volvió a ser coronado.
Las victorias siguieron, pero a la par crecieron las intrigas en torno a Juana, que fue hecha prisionera y Carlos VII, faltando a su honor, permitió que fuera vendida a los ingleses por unos cuantos francos. Tras locual, los Ingleses buscaron atribuirle un proceso. Querían acabar con su prestigio para demostrar que no era una enviada de Dios, que su misión era una impostura y sus visiones, obra del diablo. Así, con la complicidad del infame obispo de Beauvais, Pedro Cauchón, fue sentenciada a morir en la hoguera por herética, relapsa, apóstata e idólatra.
El proceso duró cuatro meses durante los cuales Juana estuvo en un calabozo, con grilletes en el día y atada a un poste con una cadena por la noche. Finalmente fue quemada en la plaza de Rúan, en una pira más alta que de costumbre para prolongar sus tormentos. Tenía apenas dieciocho años. Su cuerpo fue consumido por las llamas y sus cenizas fueron arrojadas al Sena. Pero había logrado su cometido: poner fin a la dominación inglesa en Francia y a la Guerra de los 100 años. Tiempo después, Carlos VII declaró injusto su proceso.
En la actualidad, la doncella de Órleans es venerada como la Patrona de Francia, y en 1920 el papa Benedicto XV ordenó su canonización.
Juana de Arco no sólo es uno de los personajes más fascinantes del siglo XV. También es uno de los mejor documentados -existen cartas, testimonios y actas de su proceso-, gracias a lo cual ha sido investigado a fondo: en la segunda mitad del siglo pasado se publicaron alrededor de 15.000 tratados, novelas, artículos, poemas, dramas y estudios sobre su vida, que ha sido llevada al cine por importantes directores.