Nació:en Viena, Austria, el 2 de noviembre de 1755. Falleció: en París, Francia, el 16 de octubre de 1793.
María Antonieta la esposa de Luis XVI fue la última reina de Francia y pasó a la historia por morir en la guillotina a manos de los revolucionarios.
Era la hija dilecta de los emperadores de Austria y se casó con Luis XVI siendo poco más que una niña. De carácter frívolo, caprichosa y despilfarradora, ignoró la miseria del pueblo y su actitud desafiante ejerció una fuerte influencia sobre el advenedizo rey, lo que marcó una distancia insalvable entre los soberanos y sus súbditos y los condujo a un final dramático: fueron detenidos, juzgados y condenados a morir en la guillotina. En plena Revolución Francesa, la multitud contempló eufórica cómo rodaban sus respectivas cabezas sellando el fin del Antiguo Régimen.
Paradigma de la frivolidad, María Antonieta nació princesa de Austria, fue coronada reina de Francia, luego encarcelada en la Bastilla y finalmente condenada a morir en la guillotina en nombre de la Revolución, sin llegar a comprender la razón por la que era tratada con semejante saña.
Había crecido en la suntuosa corte vienesa rodeada de atenciones, y recibido una educación fundamentada en el lujo y en la vida fácil. El estudio no se contaba entre sus prioridades, pues según sus preceptores su cerebro era despierto pero ella era perezosa y renuente a la instrucción. No obstante logró hablar en francés con dificultad y en alemán mediocremente, y también cantaba y bailaba equilibrando con destreza su irreprochable torre de bucles dorados.
Cuando tenía doce años se concertó su matrimonio con el delfín francés por cuestiones políticas, y se casaron en Versalles al cabo de dos años en una boda que al igual que su vida de casada se caracterizó por los fastos, la puerilidad y la diversión desmedida. En un primer momento el pueblo la recibió esperanzado y la encontró encantadora, después sobrevino un cambio drástico.
María Antonieta se aburría en su palacio y Comenzó a salir por su cuenta, consagrándole pródigamente al derroche y al galanteo.
Se rodeó de un selecto grupo de contertulios y se dedicó sin un atisbo de prudencia a realizar fiestas y banquetes fastuosos, mientras al otro lado de su fascinante mundo reinaba el caos. Ninguno de los monarcas prestó atención a sus súbditos. El rey no tenía ninguna iniciativa ni estaba dotado para hacerle frente a una responsabilidad que fuera más allá de la caza. María Antonieta vivió presa de su vanidad, concentrando su interés en cuestiones relativas a vestidos o peinados - según las malas lenguas de la alta sociedad francesa, no mudó uno solo de sus hábitos ni siquiera cuando nacieron sus hijos-.
Los lujos caprichosos de la reina contrastaban con las privaciones que padecía el pueblo. Cuando al fin estalló la revolución, estaba tan ciega respecto del carácter de los cambios que predispuso a su esposo contra los moderados. Su dificultad para comprender la situación era grosera, al punto de que en una ocasión, el pueblo se manifestaba en la calle y ella preguntó por el motivo. Cuando supo que tenía hambre por falta de pan sugirió que comieran pasteles. Y estaba hablando en serio.
Los reyes se hicieron demasiado impopulares y cuando se percataron de que ya no había forma de reconciliarse con el pueblo, huyeron. Pero rn Varennes fueron detenidos y encarcelados. Tras ser separado de su familia, Luis XVI fue juzgado y finalmente guillotinado en la plaza ante Cientos de franceses enardecidos. María Antonieta también fue juzgada y condenada a muerte. Antes de que rodara su cabeza, fue abucheada e Insultada por el pueblo liberado.
Mientras la Revolución se gestaba en Francia, la reina María Antonieta vivía al margen de los cambios, rodeada de sus cortesanos con los que se retiraba en un pueblecito que se había hecho fabricar en las inmediaciones del palacio. Ahí lo natural estaba de moda, ella misma se disfrazaba de campesina y ordeñaba, recolectando la leche con un cubo de porcelana, en un pulcro establo en el que la pintura simulaba grietas en las paredes.