Matilde Montoya

Nació: en Ciudad de México, el 14 de mayo de 1859. Falleció: en la misma ciudad, el 26 de enero de 1939.

Matilde Petra Montoya fue la primera médica mujer recibida en México en 1887 y abrió el camino a futuras profesionales.

Le costó un largo camino agregar delante de su nombre el título de Profesora en Medicina y Cirugía. Cuando pudo hacerlo, la mayoría de los periódicos mexicanos festejaron la victoria como propia. Había por primera vez una médica en México. Porfirio Díaz le obsequió un carruaje y el tronco de caballos. Vivió trabajando en su consultorio y cobrando «a cada uno según sus posibilidades». Participó de asociaciones femeninas; ninguna de medicina (cotos masculinos) la quiso entre sus miembros.

Desde niña tuvo que sortear obstáculos para poder acceder a la educación. Recibida de maestra a la corta edad de trece años, no la dejaron ejercer por esa precocidad. En 1872 se inscribió en la carrera de Obstetricia y Partera, que dependía de la Escuela Nacional de Medicina. Dejó la carrera en esa institución por sus dificultades económicas pero obtendría el título a los dieciséis años en la Casa de Maternidad. Consiguió trabajo como auxiliar de médicos con la idea de profundizar conocimientos de anatomía. Mientras tanto completó el Bachillerato.

Se trasladó a Puebla y tuvo éxito inmediato como partera, lo que despertó una serie de difamaciones de parte de otros profesionales de la medicina. A tal punto se sintió presionada que pasó un tiempo en Veracruz para esperar que se apaciguara la tormenta. De vuelta en Puebla se inscribió en la Escuela de Medicina. Cumplió con todos los requisitos de admisión y su aceptación fue un acontecimiento para la ciudad que la acompañó para demostrar apoyo: desde el Gobernador hasta jueces, maestras y damas de la sociedad. Los sectores conservadores publicaron una solicitada en el diario con el título «Impúdica y peligrosa mujer pretende convertirse en médica».

Matilde, una mujer decidida pero sensible, abandonó Puebla y volvió a la Ciudad de México donde fue aceptada en la Escuela Nacional de Medicina. Tenía veinticuatro años. Contaba con el apoyo de los sectores más liberales y progresistas mexicanos y la desaprobación de otros grupos igualmente poderosos. Incluso algunos compañeros la sometieron a burlas. Le fue comunicada la baja de la carrera por una objeción con su Bachillerato. Ella no se acobardó, pidió volver a cursar todas las materias que necesitaban revalidación en la Escuela de San Ildefonso. Se la rechazó porque el reglamento del colegio indicaba la educación para «alumnos» y no para «alumnas».

Matilde Montoya, ya causa popular para muchos, escribió una carta al Presidente Porfirio Díaz, quien dio instrucciones para que «sugiriera» al Director del colegio dar facilidades para que la Srta. Montoya cursara las materias en conflicto. Fue aceptada. Se topó con una réplica del reglamento, otra vez la palabra «alumnos», cuando solicitó el examen profesional en la Escuela Nacional de Medicina. Una vez más Porfirio Díaz recibió una carta de Montoya. El Presidente envió juna solicitud a la Cámara de Diputados para que se actualizaran los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina y las mujeres pudieran graduarse. Como la Cámara estaba en receso, emitió un decreto para resolver la situación el 24 de agosto de 1887.

Tomó el examen ese día. Porfirio Díaz asistió y llevó a su esposa Carmelita y a algunas amistades sabiendo, sin dudas, que era un hecho histórico. El examen duró dos horas y fue aprobada por unanimidad. Mluchas mujeres esperaban en el patio el veredicto.

Las médicas

¿Cuándo se incorporaron ellas a la medicina? La Escuela Médica Salernitana fue la primera universidad europea y fue la primera escuela médica medieval. Era la fuente de conocimiento médico. Tenía textos traducidos de medicina árabe y judia y así enriquecieron la tradición de Hipócrates, Galeno y Dioscórides. Aceptaba tanto a mujeres como a varones entre alumnos y docentes. Se fundó en el siglo IX y alcanzó su esplendor entre los siglos X y XIII.