Después de que Yi matara a los nueve soles, Di Jun se enfadó y le condenó a él y a su esposa, Chang E, a vivir en la tierra como mortales. Yi fue a buscar el elixir de la vida eterna que poseía la Reina Madre de Occidente, diosa tiránica que vivía en el monte Kunlun. Le dio suficiente elixir para dos, pero le advirtió que si lo tomaba todo uno solo abandonaría el mundo, hacia regiones más elevadas.
Yi llevó al elixir a su mujer, Chang E, que echaba de menos su despreocupada vida en el cielo. Cuando su marido le contó la advertencia de la diosa, pensó en tomarse todo el elixir y volver al cielo, pero preocupada por la idea de que la condenaran las otras deidades por abandonar a su marido, consultó a un astrólogo. Éste le dijo que debía ir a la luna, donde quedaría libre de los trajines de la vida de los mortales y de las acusaciones de los dioses. Le prometió además que cuando llegase a la luna se transformaría de una forma prodigiosa.
Chang E decidió poner en práctica el plan. Un día, en ausencia de Yi, cogió el elixir, escondido entre las vigas, bebió toda la botella y empezó a ascender al cielo. Intentó gritar, pero sólo emitió una especie de graznido, porque se había convertido en sapo. Sus únicos compañeros en la luna eran una liebre, que no paraba de machacar hierbas medicinales con un mortero, y un anciano que trataba vanamente de talar un árbol casia.
Al ver que habían desaparecido su esposa y el elixir, Yi comprendió de inmediato qué había ocurrido y el error que había cometido al tratar de escapar de la existencia humana.
En una versión posterior del mito, Chang E recupera la forma humana y vive en el Palacio de la Luna, mientras que Yi regresa al cielo tras perdonársele sus errores.
Chang E asciende a la luna tras tomar el elixir de la inmortalidad. Yi, su marido, el divino arquero, la contempla consternado.