China
El caos reinaba en los orígenes. El cielo y la tierra estaban unidos y el universo era un huevo negro donde vivía el dios P'An-Ku. Un día se despertó y se sintió agobiado en un espacio tan pequeño por lo que empuñó su hacha para romper el gigantesco cascarón. La clara formó los cielos y la yema formó la tierra. El dios quedó en el medio, tocando con su cabeza el cielo y con sus pies la tierra, impidiendo que se volviesen a unir.
Cuando murió P'An-Ku su cuerpo se transformó en los diferentes elementos del mundo. De su aliento nacieron el viento y las nubes, y su voz se convirtió en el terrible trueno. Uno de sus ojos se transformó en el sol y el otro en la luna, su mirada desprendió el relámpago. De su cuerpo nacieron las montañas, de sus venas los caminos y de sus músculos los fértiles campos. Las estrellas crecieron de su pelo y la vegetación se fue formando a partir de su piel. Su médula se transformó en jade y en perlas. Comenzó a sudar y las gotas cayeron a la Tierra alimentando a todas las cosas vivas que existían en la tierra y rellenando los ríos que habían nacido de sus lágrimas. Finalmente, el hombre nació de las pulgas y los piojos que P'An-Ku tenía alojados en su cuerpo.