Las leyendas sobre el rey Gesar (Gesar Kan) son muy conocidas en la región de Mongolia y Tíbet. Se trata, fundamentalmente, de una tradición oral: los bardos vagabundos recitan, escenifican y cantan numerosos episodios que exaltan el valor, la astucia y los poderes mágicos del héroe. En la actualidad no existe constancia escrita completa del enorme ciclo de narraciones sobre esta figura legendaria, pero se calcula que su extensión es cinco veces superior a la de la Biblia.
En su forma actual, el ciclo de Gesar está impregnado por la ideología y las mitologías del budismo, pero mantiene recuerdos de muchos dioses chamánicos más antiguos, como poderosas deidades de las montañas o espíritus menores de los lugares en los que se desarrollan las narraciones, y son estos seres quienes asignan a Gesar su misión en la tierra. Amargados por su mala suerte y enfadados con los dioses y con sus adoradores, una anciana y sus tres hijos mueren maldiciendo todas las religiones. Destinados a convertirse en monstruos demoníacos en las vidas venideras, estas cuatro personas representan una amenaza insólita para el orden y la armonía de la humanidad. Los dioses eligen a Gesar para que descienda de los cielos y se enfrente a estos demonios y sus sucesores en la tierra. Al principio, Gesar no parece muy dispuesto a acatar las órdenes de los demás dioses e intenta eludir la encarnación, diciendo que llevará a cabo su misión únicamente si se cumplen ciertas condiciones «imposibles». «Exijo que mi padre sea un dios y mi madre una diablesa-serpiente (klu)», pide. «Quiero un caballo inmortal que pueda volar por el cielo y hablar las lenguas de todos los hombres y animales. Deseo una silla recamada de joyas y un casco, una armadura y una espada que no sean de manufactura humana, así como un arco y unas flechas de origen milagroso, y compañeros fuertes y heroicos. También quiero una esposa, tan bella que cuantos la vean entren de buena gana a su servicio, y un tío cuyas inteligentes estratagemas me permitan ganar todas las batallas. Por último, exijo que cuantos de vosotros vayáis a permanecer aquí cómodamente durante mi ausencia me vigiléis y protejáis en todo momento y acudáis en mi ayuda siempre que la solicite.» Satisfechas todas las condiciones, a Gesar no le queda más remedio que iniciar su viaje a la tierra.
Gesar nace de un huevo blanco con tres manchas en forma de ojo que salen de la cabeza de su madre, circunstancia que se emparenta con los mitos chamánicos de los orígenes. Precedido por excelentes augurios, llega a la tierra con tres ojos, pero su madre, aterrorizada, le saca uno inmediatamente.
Aunque su tarea consiste en restablecer el orden y la armonía en el mundo, a Gesar se le olvida con frecuencia tras sus victorias y su ángel guardián (identificado actualmente con un dakim budista) tiene que recordársela. Si bien está saturado de elementos mágicos y divinos, el ciclo tiene firmes raíces en la experiencia humana y muchos tibetanos siguen asegurando hoy en día ser descendientes de los personajes de la narración, incluso de Gesar.
Tras una vida de aventuras como implacable rey guerrero que sofoca -i injusticia allí donde la encuentra, Gesar y sus compañeros se retiran meditar a unas cuevas situadas en las laderas de la montaña sagrada, Margye Pongri. Al cabo de tres años o más, tras haberse purificado mediante ritos religiosos de los efectos negativos de toda una vida de guerra y derramamiento de sangre, Gesar regresa al cielo sabiendo que algún día tendrá que volver a la tierra, porque no se puede erradicar permanente el mal de este mundo.
El rey Gesar, sus aventuras hablan de traiciones, engaños, cobardía, avaricia, envidia y otros defectos humanos, y se desarrollan de forma impredecible.