Begze Suren, el feroz protector de Mongolia, es descrito en la liturgia de su culto como un cruel guerrero revestido con la armadura y el yelmo dorado de un jefe militar. Begze, que blande sobre su cabeza una espada de cobre llameante con empuñadura de escorpión, lleva arco y flechas y "devora los corazones de sus enemigos". Acompañado por su hermana Okin Tngri, "el espíritu de la visión interior", camina sobre los cadáveres de hombres y caballos en su morada, situada en la cumbre de una montaña que surge de un mar de sangre.
El general de Begze es el rojo Maestro de Vida, que acude a la batalla a lomos de un feroz lobo. Le rodean en una orgiástica danza guerrera los ocho carniceros portadores de espada, que devoran la carne, la sangre y el aliento de sus enemigos.
Se cuenta que Begze y su horda intentaron evitar la transmisión del budismo a Mongolia, obstaculizando para ello en 1577 el camino del tercer Dalai Lama. Pero el Dalai Lama adoptó la forma de Avalokiteshvara y los cascos de su caballo dejaron marcado en el suelo el mantra "Om Mani Padme Hum". Habiendo sido derrotado, Begze fue obligado por un juramento a proteger a partir de entonces el budismo.
Para los chamanes, las tierras invisibles de los espíritus y de los muertos son tan importantes como el entorno físico de los vivos.