INTEGRACIÓN TRADICIÓN TIBETANA EN EL BUDISMO

Las fuerzas caóticas de la naturaleza, temidas y honradas por la tradición chamánica original del Tíbet, fueron sistemáticamente ordenadas bajo la influencia del budismo hasta encajar armoniosamente en el modelo cosmológico indio. De los espíritus salvajes de aquella tierra se dijo que habían sido "convertidos" y domesticados como protectores de la fe budista.

Despojados de su anterior malevolencia, estas terroríficas fuerzas de la naturaleza sólo dañarían ahora a aquellos que por hacerse daño a sí mismos puedan ser señalados como causa de su infortunio.

Según la doctrina del karma, el ciudadano moralmente recto no tiene nada que temer del mundo invisible de los espíritus, y las formas de la naturaleza son respetadas en cuanto despliegue del dharma natural o ley universal. En realidad, como protectoras de la doctrina, estas fuerzas podían ser dominadas por el mediador budista y activarse a petición suya.

Los viejos ritos chamánicos de la salud, la redención y el exorcismo, con sus efigies características y sus estructuras trenzadas envueltas en lana de colores, fueron adoptados sin dificultades por el clero budista, quedando pesadamente recargados con la liturgia y el simbolismo budista.

NATURALEZA Y PAISAJE TIBETANO

Para los tibetanos, su país es sagrado. Son muchos los rasgos del paisaje especialmente sagrados y relacionados tanto con los mitos de los dioses como con los propios dioses. Incluso de las zonas más mundanas se cree que contienen valiosos tesoros pertenecientes a los espíritus de la tierra, por lo que nunca han sido explotadas en beneficio de la humanidad por temor a ofender a dichos espíritus, de cuya buena voluntad y cooperación depende en todo momento el hombre. Esparcidas por aquí y por allá por todo el país hay "tierras ocultas", zonas con virtudes especiales para la práctica religiosa, que son señaladas por adivinos denominados "reveladores del tesoro" (gter-ston).