Cuando el mundo todavía era Joven, el rey de todas las criaturas voladoras ordenó a la avispa y a la golondrina que probaran la carne de todas las criaturas vivientes. Ambas tenían que volver al atardecer para informarle y decirle cuál era la carne más sabrosa y más adecuada para la dieta de un rey. Al ser un hermoso día la golondrina, en su alegría, se perdió cantando y volando en el cielo azul. Por su parte, la avispa hizo lo que se le había mandado y se pasó el día picando a todos los que encontraba y probando su sangre caliente.
Cuando al final del día las dos se encontraron, antes de informar al rey la golondrina preguntó a la avispa cuál era su veredicto. "Sin lugar a dudas -dijo la avispa-, la carne más sabrosa es la de los seres humanos." Temiendo que en el futuro esto causara graves problemas, la golondrina arrancó a la avispa su lengua con el pico de modo que, cuando el rey volvió a formularle la pregunta aquella noche, la pobre criatura sólo pudo zumbar de modo incoherente.