Los chamanes han contado su iniciación juvenil: los espíritus de los antepasados entran a la fuerza en el joven y hacen que se desmorone su personalidad. Mientras el neófito experimenta el desmembramiento de su cuerpo físico, su espíritu se refugia en un nido sobre una de las ramas del Árbol del Mundo y permanece allí hasta que se nutre y recupera la salud y los espíritus que le ayudan le enseñan a ver el mundo desde el privilegiado mirador del árbol.