En las creencias religiosas mongolas las ovejas revisten especial importancia. Al final del año se ofrece el esternón de uno de estos animales al dios del fuego que mantiene la fertilidad en los rebaños. Los chamanes saben que la clavícula de una oveja puede pronosticar con toda exactitud y que este poder deriva de la quema del libro amarillo.
El libro amarillo de la adivinación pertenecía a un rey y sus páginas invariablemente le descubrían al culpable de cualquier delito. El rey tenía una hija muy bella a la que mantenía oculta y sus criados sabían que si revelaban la identidad de la muchacha a un desconocido les descubriría el libro amarillo y serían castigados. Para confundir al libro, Tevne cavó un profundo agujero en el suelo, en el que logró introducir a una criada de la princesa. Encima encendió una hoguera y colocó una cacerola con agua. Cogió un trozo de tubo de hierro, envolvió un extremo con algodón y atravesó con él la cacerola para poder hablar a la mujer que estaba en el agujero, a quien le preguntó cómo podía reconocer a la princesa y a continuación la dejó libre. Cuando reconoció a la princesa entre varias muchachas parecidas, con vestidos similares, el rey se enfadó, pero se vio obligado a concederle su mano.
Al consultar el libro, se enteró de que quien había dado la información era un hombre con el trasero de tierra, cuerpo de fuego, pulmones de agua y un tubo de hierro por cuerdas vocales. Incapaz de resolver el acertijo, perdió confianza en el libro y lo quemó. Las ovejas chuparon las cenizas y así adquirieron poderes de adivinación.