ANTEPASADOS Y ESPÍRITUS DEL HOGAR

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Iván el Loco y el domovoi

Antiguamente, todos los grupos eslavos celebraban complejas ceremonias en honor de los muertos, pero en el siglo XIX ya sólo se conservaban entre los grupos de cristianos ortodoxos. Se honraba la memoria de los difuntos tres o cuatro veces al año, en días fijos, comiendo y bebiendo junto a las tumbas, y se apartaban porciones de comida para que las consumieran los antepasados.

El culto a los antepasados se refleja asimismo en los cuentos populares rusos, en la figura de Iván el Loco, que tiene un lugar reservado en la casa, sobre la estufa, y que en ocasiones se presenta cubierto de hollín. Iván está más próximo a los antepasados que sus hermanos mayores, y es él quien recibe una recompensa por cumplir los deseos del padre difunto. La creencia eslava en los espíritus domésticos, muy extendida, queda atestiguada por el dedushka domovoi («espíritu doméstico del abuelo» en la versión rusa. Existen otras formas en las demás lenguas). La familia debe tratar con respeto al domovoi, que actúa de noche, evitar dormir en su camino y dejarle platos de su comida favorita todas las noches, pues en otro caso, el domovoi suele portarse mal: rompe la vajilla o molesta a los animales.

Casi siempre es invisible, pero quienes lo han visto lo describen como un anciano de barba gris, quizá con el cuerpo velludo, y si al tacto resulta peludo, presagia buena suerte, mientras que si parece frío y duro anuncia desgracias o muertes. Le presentan a los nuevos animales domésticos, y conviene criar sólo los del color que supuestamente le gusta. La prosperidad del hogar depende de su propia felicidad, y si las cosas van mal hay que redoblar los esfuerzos por agradarle. Se celebraban complicados ritos para garantizar que el domovoi acompañase a la familia si había mudanza, y en ocasiones lo tentaban con carbones del antiguo hogar, una prueba más de su vinculación con el antiguo culto a los antepasados.

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