La rusalka o ninfa de las aguas vivía en las profundidades del agua; era una muchacha desnuda maravillosa, con la piel del color de la luna, que encantaba a los viajeros con sus risas y canciones, de modo que algunos se ahogaban en pos de ella. La Rusalka era el alma muerta de un niño, de un ahogado o de una mujer joven infeliz. Aunque posteriormente se asoció a la Rusalka con la muerte, antes de la llegada del cristianismo estaba probablemente relacionada con la fertilidad.