El Júpiter nórdico era Odín, creador y conservador del mundo, dios terrible de la guerra. Disponía en el Asgard de tres palacios maravillosos. Uno, el Gladsheim, en el que recibía a los dioses; otro era Walaskiaf, desde cuyo trono contemplaba a todo lo creado; el tercero, el Walhalla, donde recogía todos los héroes muertos en los campos de batalla para recompensarles con una existencia llena de placeres.
Odín acudaía, «más veloz que el viento», a cualquiera parte, montado en su caballo de ocho patas, Sleipner. Y siempre le acompañaban sus dos lobos, Geri y Ferki, y siempre llevaba posados sobre sus hombros sus dos cuervos, Hugin (el espíritu) y Munin (la memoria), los cuales le referían al oído cuanto no podía ver desde su trono con su único ojo luminoso y ardiente.
Freya, esposa de Odín, la Venus nórdica, personifica la Tierra, madre de todos. De Odín y de Freya nació Thor, dios de la tempestad, terrible guerrero, como su padre.
Thor tuvo dos esposas: Iarnsaxa, la reja del arado, y Sif, la «de la dorada cabellera», o la mira. Hijo de Thor fue Magni, la fuerza productora de la Naturaleza.
Entre los restantes grandes dioses merecen destacarse: Baldes, hijo de Odín y de Freya hermoso cual ningún otro dios, benigno, luminoso; Bragé, hermano de Balder, dueño de la, palabra bella; Tyr, hijo de Odín y de Freya, dios de la victoria; Niord, rey de los viento y del mar; Foresti, deidad conciliadora; Vidar, hijo de Odín y de la giganta Gridur, numen del silencio; Vali, dios de la primavera; Dagur, dios del día, el Sol; Hermodio, mensajero de los dioses; Luno, dios del fuego; Heimdal, guardador del Asgard, cuyo oído Percibía el crecer de la hierba y cuyos ojos alcanzaban cien leguas, lo mismo de día que de noche; Saga, diosa de la tradición; Iouna, esposa de Bragé, diosa de la juventud eterna; Elra, diosa de la medicina.
Deidades secundarias eran los doce Valkirias, vírgenes guerreras de ojos azules a las órdenes de Odín; ellas recogían las almas de los guerreros muertas en los campos de batalla y las llevaban al Valhalla, paraíso de los valientes. Con los dioses y los gigantes compartían el dominio del mundo los Nibelungos, astutos enanos que custodiaban los tesoros escondidos.
A los dioses servían unos espiritas del aire, invisibles, llamados Silfos.
Había otros silfos maléficos que servían a los gigantes rebeldes.
Como los dioses no eran inmortales, había un dios designado para que sucumbieran; ese día asaltarían el Asgard los gigantes, guiados por un dios descontento: Loki.
Loki, desdeñado por los demás dioses, se había casado con una giganta, y de esta unión nacieron seres monstruosos: Hela, deidad de la muerta; la serpiente Iormungandur y el lobo Feuris.