Este apartado comprende: el Caos.
Primeramente—se dice en la Teogonía—existió el Caos; después, Gea (la Tierra), la del amplio seno, eterno e inconmovible sostén de todas las cosas, y Eros, el más hermoso de los inmortales, que domina los corazones y triunfa de los sabios consejos.
De Gea y de Eras nació Urano; Gea hizo de este hijo su esposo. Y la unión fue fecundísima :
los Titanes, en número de doce, seis masculinos—Océano, Ceo, Crio, Hiperión, Janeto y Cronos y
Seis femeninos—Tetis, Tea, Temis, Mnemosina, Febe y Rea—
Las Cíclopes, que eran tres, con un ojo único en la frente: Brontés, Astérapes y Arges
Los Hecatónquiros, de cuyas espaldas salían cien invencibles brazos, eran también tres: Briareo, Coto y Gias. Titanes, Cíclopes y Gigantes formaban las dinastías de los Uránidas.
Gea, de acuerdo con su hijo-nieto Cronos (Saturno), castra a Urano. Cronos se desposa con su hermana Rea.
Este matrimonio inicia la segunda dinastía olímpica. Cronos y Rea tienen numerosa descendencia: Hestia, Deméter y Hero son sus hijas; Hades, Poseidón y Zeus, sus hijos. Zeus expulsó a Cronos y ocupó su lugar. Así estableció la tercera y última dinastía divina de los griegos, la de los Olímpicos.
Para asegurar su trono, que le disputaban los Titanes, Zeus se alió con los Cíclopes y con los Hecatónquiros. Los Titanes, derrotados, fueron arrojados al Tártaro. Más tarde tuvo que luchar contra los Gigantes, hijos de Gea, monstruos inmortales de aspecto aterrador.
En este nuevo combate ayudaron a Zeus otras divinidades: Atenea, Hera, Apolo, Hefaisto, Poseidón, Artemisa, Recate, Afrodita, las Parcas.
Uno de los Titanes, Japeto, de su unión con la oceánida Climene tuvo cuatro hijos: Atlante, Menetio, Epimeteo y Prometeo.
Prometen robó el fuego celeste, burlando la sabiduría de Zeus, y formó a/ primer hombre con limo de la tierra, enseñándole «lo que la tierra oculta en sus entrañas: sus riquezas, el bronce, el hierro, la plata y el oro».
Para vengarse de Prometeo y de sus hombres, Zeus les envía a Pandora, la cual destapa entre ellos su fatal cofrecillo que guardaba todos los males.