Tal y como aparece en La Ilíada, Aquiles es el héroe griego típico: fuerte, orgulloso, temerario, apasionado e iracundo, el mejor pero también el más destructivo de los guerreros, y como tal, encarnación de la paradoja del heroísmo griego, que se manifiesta igualmente en Heracles.
Hijo de Peleo y de la ninfa marina Tetis, Aquiles fue educado por Quirón, un sabio centauro. Al nacer, su madre lo sumergió en el Estige para hacer su cuerpo inmortal e invulnerable, salvo el talón por donde lo sujetó: de aquí deriva la expresión «talón de Aquiles» para referirse a una debilidad fundamental. Las Parcas le dieron a elegir entre una vida larga, tranquila y oscura, o una muerte temprana y gloria inmortal, y Aquiles se decidió por lo segundo.
Aquiles representaba para los griegos el modelo del hombre noble que no tolera una conducta deshonrosa como la de Agamenón cuando tomó como botín de guerra a la troyana Briseida. Luchó en Troya y mató a Pentesilea, reina de las Amazonas, pero se enamoró de ella mientras agonizaba.