Cada casa tenía un hogar y estaba protegida por la diosa hestia, que aparece en muchos relatos mitológicos y tenía una inmensa importancia como garante de la estabilidad y la prosperidad domésticas. Pocos días después del nacimiento de una criatura, se celebraba una ceremonia para imponerle un nombre y situarla bajo la protección de Hestia.
Ello implicaba correr con el niño en torno al hogar, por lo que recibía el nombre de anphidromia ("correr en torno a algo").
Fuera de la casa, a la puerta de la calle, velaba una estatua del dios Hermes. Se pensaba que Hermes era portador de buena suerte y, como su réplica romana -Mercurio-, era el dios de la comunicación. Lanzando sus sandalias aladas y su gorro y blandiendo su bastón mágico, Hermes era el mensajero de los dioses Su destreza verbal lo hizo también un tipo astuto, y era patrón de ladrones y embusteros. En un mito notorio, Hermes roba el ganado de Apolo y lo conduce hacia atrás, de tal manera que las huellas no llevaran a Apolo hasta él. Cuando Zeus intentó castigarlo, se las ingenió para escabullirse mintiendo sobre su edad y tocando la lira de una manera tan bella que Apolo lo perdonó.