El mito de la relación de Zeus con Europa, la bella hija del rey Agenor o, según otras versiones, de Fénix, rey de Fenicia, es casi con toda certeza de origen cretense, como se desprende de su localización (Creta) y de su vinculación con la historia del rey Minos.
Un día, Zeus adoptó la forma de toro blanco y se aproximó a Europa, que estaba cogiendo flores con sus amigas en un prado cercano al mar. La dulzura y la hermosura del animal vencieron sus temores y sintió la tentación de sentarse en su lomo.
El toro llegó a la orilla del mar, se adentró en las aguas y se puso a nadar, llevándose a la indefensa Europa. Al llegar cerca de Gortina, Creta, Zeus se transformó en águila y copuló con la muchacha, quien más adelante se casó con el rey cretense, Asterio, que adoptó a los hijos de Zeus y Europa: Minos, Radamantis y, según algunas versiones, Sarpedón.
Entre tanto, los hermanos de Europa la buscaban infructuosamente. Uno de ellos, Cadmo, acabó en Beocia, en el continente, y fue el primer rey de Tebas.
Leda estaba casada con Tindáreo, rey de Esparta. Zeus fue a verla en forma de cisne, y al cabo del tiempo Leda puso dos huevos, de los que nacieron cuatro niños. De unos surgieron Polideuces, más conocido por su nombre latino, Pólux, y Helena, y del otro Castor y Clitemnestra. Castor y Polideuces, que aparecen juntos en casi todos los mitos, formaron parte de la tripulación del Argo encabezada por Jasón que fue en busca del Vellocino de Oro. Clitemnestra se casó con Agamenón, rey de Argos, y Helena con el hermano de éste, Menelao, rey de Esparta. Ambas desempeñan papeles importantes en la guerra de Troya y sus consecuencias: la fuga de Helena con el príncipe troyano Paris precipitó la guerra y Clitemnestra fue responsable del asesinato de su matido a su triunfal regreso de la batalla.
Zeus tubo una aventura, disfrazado de mortal, con Sémele, hija de Cadmo, fundador de Tebas. Celosa, Hera se disfrazó de anciana y persuadió a Sémele de que convenciera a su amante de que se presentara ante ella en todo su esplendor.
Zeus accedió, de mala gana y consciente de que verle a bordo de su carro celestial, rodeado de rayos y relámpagos, resultaría excesivo pata cualquier mortal: la desgraciada Sémele quedó reducida a cenizas, de las que Zeus rescató a su hijo nonato, Dioniso.