Es justo consignar que la mitología helénica, perfectamente dada a conocer y embellecida por los poetas, ha tenido testimonios probatorios de su veracidad. Las excavaciones de Troya, Micenas, Amorfos, Melos, Creta, ejecutadas desde 1870 a 1900, han arrojado bastante luz sobre algunas de las ideas religiosas que prevalecieron en Grecia más de diez siglos antes de la epopeya homérica.
Fueron halladas cerca de dos mil estatuillas de una diosa desnuda, de mármol, quizá imágenes de la Tierra madre, hospitalaria para los muertos.
En Troya, en algunos vasos de barro, se veía una cabeza parecida a la del Mochuelo, animal dedicado a Atenea, con el inicio del epíteto dado a esta diosa por Homero: glaukopis.
En Micenas se descubrió una cabeza de ternera de plata, que recuerda igualmente a Hera boopis de Homero «de ojos o de rostro de ternera».
Creta ha dado piedras grabadas con figuras de demonios, de cabezas de animales, que hacen pensar en el Minotauro, en las Sirenas y en los Centauros.
Desde la época homérica, la religión griega se caracteriza por el antropomorfismo; los dioses toman figuras humanas y se mezclan familiarmente con los mortales. Después, el animismo aparece y presta alma y voluntad a las montañas, a los ríos, a las piedras, a la tierra, al cielo. Estos espíritus posteriormente son concebidos y representados con forma de animales, luego con forma humana. La fuente es un caballo, Pegaso, caballo de Apolo, que hace brotar en el Pegaso la fuente de Hipocrene.
El laurel es Dafne. La encina es Zeus. La tierra es Gea. El cielo, Urano.
El animismo griego, secundada por el arte, da «cuerpo, espíritu, rastro» a todas las concepciones. Después de haber atribuído ideas a todos los cuerpos atribuyó cuerpos a todos los pensamientos. Y, como es lógico, la idea del alma separada del cuerpo es una consecuencia del animismo.
El totemismo dejó también huellas profundas en Grecia. Primero. tuvieron una consideración máxima los animales familiares a los dioses: el águila de Zeus, el mochuelo de Atenea, la cierva de Artemisa. el delfín de Poseidón. la palma de Afrodita. En seguida los dioses pudieron transformarse en animales: Zeus en cisne, Apolo Sauróctono, en lagarto. Por fin, los animales eran los dioses mismos a los que representaban.
El totemismo llegó a tener importancia o encanto tal, que muchos pueblos helénicas llegaron a tomar nombres de animales: los mirmidones u hormigas, arcadios u osos. ofogionos a los que se creían descendientes de un dios serpiente.