De proporciones, tamaño y belleza imponentes, los templos eran lugares públicos privilegiados para la expresión de la cultura griega. Los frisos y frontones de los templos representaban a menudo batallas mitológicas, que celebraban las victorias de los civilizados (los olímpicos y la ciudad estado) sobre los no civilizados (gigantes, monstruos y criaturas híbridas).
La batalla entre los lapitas (una tribu de Tesalia) y los Centauros (mitad hombres y mitad caballos) fue representada en el Partenón, en el friso del templo de Apolo en Bassae y en las esculturas del frontón oeste del templo de Zeus en Olimpia. El Partenón también muestra la procesión panatenaica, cuyos participantes no son figuras míticas, sino atenienses anónimos. En este punto, mito y vida cotidiana se funden; ambas facetas sirven para recalcar la superioridad ateniense.