Algunos mitólogos opinan que la religión romana es una vieja religión itálica, acrecida más bien que modificada, en el curso de doce siglos, por las aportaciones dé Etruria, Grecia y los paises orientales.
Verdaderamente, resulta insólito que el único pueblo que dominó a la vieja Roma, el etrusco, no le transmitiera su propia religión, sino las influencias helénicas de la, religión etrusca. Así, por ejemplo, nada sabe Roma del dios más reverenciado en Etruria, el civilizador Tagés, que nació con los cabellos y la barba blancos; y, sin embargo, desde Etruria le llegó e Roma la costumbre de adivinar, observando las vísceras de las víctimas, la idea de una Asamblea de los dioses y el culto de la diosa. Minerva.Virgilio llama a Creta «cuna del pueblo romano». Parece, en efecto, como si hacia el año 1200 antes de Cristo, gentes de Creta hubieran sido las primeras en llevar a Italia su cultura y su religión. Una leyenda lleva a Sicilia y a Cumas a Dédalo, constructor del laberinto de Cnosos.
La ciencia moderna ha encontrado analogías evidentes entre los cultos de Creta, Arcadia y Roma. La crítica rechaza hoy la leyenda del troyano Eneas llegando a Lavinium y fundando Alba; pero no así con los de Evandro «el Arcadio» y Diómedes «el Etolio», a quienes los relatos griegos empujan hasta las costas de Italia.