Tres amigos estaban haciendo una interesante excursión por los amplios alrededores de su localidad. Cuando pasaban al lado de una colina, vieron en su cima a un hombre sentado en solitario. ¿Qué hará allí ese individuo?, se preguntaron. Cada uno expuso su interpretación:
—Con toda seguridad está extraviado y permanece a la espera de que alguien pase por allí y pueda orientarle —dijo uno de los amigos.
—No, lo que yo pienso —intervino otro de los excursionistas— es que se ha sentido indispuesto y se ha sentado a reponerse.
—Estáis seguramente equivocados —repuso el tercer amigo—. Tened la certeza de que está esperando a alguna otra persona que se está retrasando en la cita.
Y así, cada uno empeñado en su versión, comenzaron a porfiar, hasta que decidieron trasladarse a la cima de la montaña y resolver sus dudas, a la par que saciaban su curiosidad.
—¿Te has perdido? —preguntó el que mantenía tal versión.
—No —repuso el desconocido.
—¿Estás indispuesto? —preguntó otro amigo. —No.
—¿Estás esperando a alguien? —inquirió el tercer excursionista.
—No.
Entonces los tres amigos, desconcertados, preguntaron al unísono:
—¿Y qué haces aquí?
Y el desconocido repuso apaciblemente: —Simplemente, estoy.