El emperador de la Dinastía Song decretó un concurso nacional a fin de seleccionar a los mejores pintores para la Academia Imperial de Bellas Artes. El mismo monarca escribió un verso para que los concursantes crearan su obra bajo ese título. El verso decía: «Un templo antiguo en la profundidad de las montañas.»
Miles de pintores participaron en el concurso, desarrollando su imaginación para interpretar el verso del emperador. Algunos de ellos dibujaron un templo antiguo en la falda de la montaña. Otros dibujaron un bosque del que se destacaba parte del tejado de una construcción antigua. Había quienes pintaron los muros rojos de los templos sobre un fondo de montañas, etc. Aunque el estilo pictórico marcaba dos tendencias fundamentales: la detallista y la esencial, en las obras presentadas al concurso se apreciaban dos denominadores comunes: el templo y las montañas.
Después de las primeras selecciones, quedaban cien pinturas para el final del concurso nacional. El mismo emperador formó parte del jurado. Los organizadores enseñaban uno a uno los cuadros al tribunal, a fin de obtener sus calificaciones. Al emperador no le llamaron la atención ninguna de las obras que le enseñaron, porque no le gustaba la expresión pictórica demasiado directa y realista. Dijo:
—La reproducción gráfica de un templo entre las montañas aminora el sentido poético del título y empobrece la imaginación y la espiritualidad del verso.
Cuando iba a retirarse desanimado, los cortesanos abrieron una pintura muy original: Allí no se veía ningún templo ni nada por el estilo. Sólo había un viejo monje que cargaba dos cubos de agua con un palanquín caminando por entre un bosque silencioso.
El emperador se quedó mirando este cuadro con sorpresa y gran satisfacción. Al cabo de un buen rato, exclamó:
—¡Magnifico! Éste es el que más me gusta. No se ve ningún templo, pero te parece que está cerca. Lo antiguo del monasterio está en la edad del monje. Ni hay montañas, pero el bosque lo evoca. Aparentemente falta una relación entre la pintura y el verso, pero el lenguaje alegórico del pintor invita a desarrollar nuestra imaginación, pensando en ese templo antiguo y las montañas que no se ven en el cuadro. Si el verso da una imagen del templo entre las montañas, la pintura sugiere un ambiente poético nada común.
Los demás miembros del jurado manifestaron su sincera conformidad con el criterio del emperador, eligiendo por unanimidad al autor de esta original obra como el primer ganador de este concurso.