Cuando la Tierra se separó del Cielo, no se conocía la especie humana aunque había ríos, lagos, montañas y mares. La diosa Nu Wa descendió un día al mundo y vio todo tipo de animales, pero se sintió sola porque no había nada que se pareciera a ella y que pudiera hablar.. Se sentó a la orilla de un lago, amasó barro con el que Hizo una figura imitando su propia imagen reflejada en la superficie del agua. Jugueteó un poco con la figura de tierra y le dio un soplo divino. La figurita cobró aliento y empezó a parpadear. La depositó en el suelo para que caminara a su alrededor, mientras que ella modeló otras figuritas más o menos parecidas, que cobraron vida también con un soplo de su respiración providencial.
No se contentó en crear imágenes sólo de mujeres, empezó a conformar hombrecitos para que formaran parejas con las mujeres ya existentes en el mundo. Así, tras trabajar un buen rato en la creación de la humanidad, creyó necesario acelerar el proceso. Cogió una cuerda larga cubriéndola de lodo, y empezó a girarla, desperdigando pedacitos de barro a su alrededor, que al caerse al suela se convertían en figuras de niños y niñas que se alejaban alegremente. Así nació la humanidad, hecha de barro y animada en el aliento de la diosa.
Un día sucedió algo trágico que truncó la vida idílica del mundo: un buen trozo del Cielo cayó abriendo una terrible grieta en la Tierra. Nu Wa, la Creadora de la Humanidad decidió reparar la rotura celestial para proteger las vidas humanas recién creadas. Fundió piedras de cinco colores con las que rellenó el agujero negro. Encantó una enorme tortuga e hizo de sus patas cuatro pilares para sostener el firmamento. Mató al dragón negro que provocaba inundaciones y ahuyentó las fieras que devoraban a los seres humanos. Gracias a ella, el mundo se salvó de la catástrofe y volvió a la tranquilidad. Y para acabar con la monotonía, hizo con unas cañas de bambú un instrumento llamado Sheng y creó la música.