En la época de los Reinos Combatientes, un famoso cirujano llamado Bian fue a ver al rey.
Notó algún síntoma en su cara, por lo que le dijo:
—Su majestad está enfermo. Tiene algún síndrome superficial en la piel que requiere un tratamiento oportuno. Si no, podría agravarse.
Este comentario no agradó nada al monarca, quien dijo secamente:
—No me mientas. Estoy perfectamente. No necesito tratamiento alguno.
Una vez que el médico se hubo marchado, el rey comentó a los ministros en un tono satírico:
—Los médicos están obsesionados con encontrar síntomas. Siempre dicen que tienes algo aunque estés perfectamente.
Transcurrieron cinco días, Bian volvió a ver al rey, a quien le dijo con suma seriedad, después de examinar su cara según las teorías de la diagnosis facial y sus largos años de experiencia profesional:
—Ha evolucionado negativamente el mal que padecía. Está en los músculos. Necesita un tratamiento inmediatamente antes de que sea demasiado tarde.
El rey no le creyó y volvió a replicar:
—No tengo nada. Estoy muy sano. Vete con tus consejos a otra parte.
Transcurrieron otros cinco días, el médico frunció las cejas al entrar en el palacio y encontrar al monarca con síntomas de mayor gravedad.
—Su enfermedad se ha extendido hasta el estómago y los intestinos. Tiene que someterse a un tratamiento médico urgente. De lo contrario, las consecuencias serían muy graves.
Otra vez el monarca desoyó sus consejos. El médico tuvo que marcharse con una gran preocupación.
Transcurrieron otros cinco días. Volvió el médico a ver al rey. Entró en el palacio, observó la cara del monarca y se marchó apresuradamente sin decir nada. La actitud del médico extrañó al rey. Mandó detenerlo y traerlo al palacio otra vez:
—¿Por qué hoy no me has dicho nada?
El médico le respondió:
—Cuando su enfermedad estaba en la piel, podía tratarse con un baño en agua caliente. Cuando el mal estaba en los músculos, se podía curar con la acupuntura. No era tampoco demasiado tarde cuando estaba en el estómago y en los intestinos, porque se podía remediar con hierbas medicinales. Pero no se puede hacer nada cuando la enfermedad se ha adentrado en la médula. Esto es lo que le pasa a usted. Aunque quisiera someterse a un tratamiento, no podría hacer nada ahora.
El rey volvió a reírse de la obsesión del médico, sin creer nada de lo que le había dicho.
—Esos pobres médicos no hacen más que espantar a la gente. Yo me encuentro muy bien. No tengo nada.
Pero al cabo de cinco días, un intenso dolor empezó a aquejarle los huesos de todo el cuerpo. Entonces se acordó de repente de las advertencias del médico. Pero demasiado tarde, porque el médico había desaparecido y la evolución de la enfermedad era dramática. Murió al cabo de pocos días.