El maestro chan tenía discípulos que con frecuencia le exponían sus dudas, sus cuitas, sus conflictos y zozobras. Todo ello está en la mente ordinaria, que es, a menudo, como un monstruo que enreda y roba la felicidad, creando tensión, oposición y contradicciones irreconciliables. Como dicen los maestros, con demasiada frecuencia añadimos fricción a la fricción, sufrimiento al sufrimiento, en lugar de fluir como un ágil torrente.
Había un discípulo cuya mente era un hervidero de tensiones y vacilaciones.
—Venerado maestro —dijo—, si nos vestimos y comemos todos los días, ¿cómo podemos escapar a la monotonía de tener que ponernos la ropa y comer los alimentos?
—Nos vestimos y comemos —repuso tranquilamente el maestro.
—No comprendo —replicó el discípulo.
Y el maestro dijo:
—Si no comprendes, ponte la ropa y come.