Yan Zi fue nombrado embajador del rey Chi y enviado al vecino reino Chu, cuyo monarca era prepotente y despreciaba a los países más débiles. Sentía bastante hostilidad por el país que representaba el embajador Yan Zi debido a la guerra que habían sostenido durante muchos años. Por lo tanto, cuando le anunciaron la llegada del nuevo embajador, preparó varios planes para humillarlo.
El monarca se puso a reír a carcajadas lleno de satisfacción.
—Ya lo creo. Por lo visto, los habitantes de Chi no son más que unos ladrones. Ja, ja, ja...
Yan Zi no se dejó abrumar por el trato humillantes; con tono tranquilo y voz grave, dijo:
—Los naranjos que crecen al sur del río Yangtsé dan unas frutas jugosas y dulces. Pero, al ser trasplantados aquí en el norte, sus naranjas son incomestibles, porque las condiciones han cambiado totalmente. Los habitantes de Chi son honrados y nunca roban a nadie. Pero, curiosamente, al venir aquí se han habituado a convertirse en ladrones.
El rey Chu se encogió de hombros sin saber qué decir.