Leyendas de China

Voracidad

trabajo que le ofrecieran. Iba de un lado para otro mendigando, pero un día se encontró con un amigo de su infancia. Ambos hombres comenzaron a recordar los años escolares y a narrarse lo que había sido de sus vidas.

—A mí me ha ido muy bien —dijo el amigo.

—A mí muy mal —comentó el pordiosero.

Y durante un tiempo considerable el hombre pobre se quejó ante su amigo de la infancia y le dijo lo mal que le había ido y lo dura que le resultaba la vida.

—Pues yo —intervino el amigo— he descubierto que poseo algunos poderes sobrenaturales. Creo que podré ayudarte a mejorar tu existencia.

Entonces el amigo tocó con su dedo índice un ladrillo y lo convirtió en un lingote de oro.

—Para ti —dijo amable y generosamente—. Esto aliviará muchas de tus penas.

—Pero la vida es tan larga, tan larga... —argumentó el pordiosero, invitando a su amigo a que le diera más.

Había un colosal león de piedra. El amigo extendió el dedo y lo convirtió en una figura de oro.

Con esto no creo que vuelvas a tener problemas en cien reencarnaciones —dijo el amigo. Pero el pordiosero añadió:

—Pero la vida es tan larga, tan larga... Hay tantas cosas imprescindibles...

El amigo se le encaró y le dijo:

—Bueno, ¿que más puedo hacer por ti?

Y el pordiosero replicó: —Regalarme tu dedo.