Nasrudín, hijo mío, levántate temprano por la mañana. —¿ Por qué, padre? —Es un buen hábito. Una vez me levanté al amanecer y salí a dar un paseo. En el camino, encontré una bolsa que contenía oro.
—¿ Cómo sabes que no la habían perdido la noche anterior ?
—Esa no es la cuestión. De cualquier forma, yo comprobé que la noche anterior no estaba allí.
—Entonces no da suerte a todos el levantarse temprano. Aquel que perdió el oro debe de haberse levantado antes que tú.