Si para decir algo a una persona usted emplea palabras, es probable que lo que desea transmitirle resbale sobre ella y que no lo absorba. Los métodos prácticos son esenciales.
Un faquir llamó a Nasrudín, pidiéndole que bajara del techo de su casa, donde éste se hallaba trabajando. Cuando el Mulá bajó, el individuo le dijo: —Dame una limosna.
—¿ Por qué no me lo pediste desde aquí abajo cuando yo aún estaba arriba?
—Tenía vergüenza —respondió el hombre.
—No tengas falso orgullo —dijo Nasrudín—, sube al techo.
En cuanto llegaron arriba de la casa y el Mulá hubo reanudado su trabajo, le dijo al hombre: —No, no tengo limosna para darte.