Nasrudín contaba:
—Un día trajeron ante el príncipe de la corte en la que me hallaba, un caballo maravilloso. Nadie podía montarlo a causa de su mucho brío. Repentinamente, en un arranque de orgullo y caballerosidad, exclamé: 'Ninguno de ustedes se atreve a montar este espléndido caballo, ¡ ninguno! ¡ Ninguno de ustedes puede mantenerse sobre su lomo!' Y me lancé prestamente a montarlo.
Alguien preguntó:
qué sucedió?
—Yo tampoco lo pude montar —dijo el Mulá.