Nasrudín cargó su asno con leña y, en lugar de sentarse sobre la montura, se sentó a horcajadas sobre uno de los troncos.
—¿Por qué no se sienta en la montura? —alguien le preguntó.
—¡ Cómo!, ¿ agregar mi peso al que el pobre animal ya tiene que llevar? Mi peso está sobre la madera y va a permanecer allí.