Haga que se provea de sustento a los cuadrúpedos —ordenó un afectado e imperioso noble, desmontando en el patio de la casa de Nasrudín— y condúzcame a las recámaras inductoras de tranquilidad, donde pueda agasajárseme con nutrimento apropiado.
Como era difícil negar algo a tales miembros de la Corte del Sultán, Nasrudín corrió a satisfacer su pedido.
Cuando el intruso estuvo acomodado en el mejor canapé y sorbiendo el café de Nasrudín, éste llevó al Kazi [Magistrado] para presentárselo.
—¡ Oh, gran noble ! —le preguntó Nasrudín—, ¿ tiene usted tierras ?
—Un millón de jaribs.
—¿ Y usa cuadrúpedos para ararlas ?
—,Sí, por supuesto.
—¿ Me compraría usted dos docenas de cuadrúpedos al precio de cinco piezas de plata cada uno?
El patricio sabía que el valor de los animales para arar era de cien piezas de plata. Aceptó de inmediato.
Nasrudín salió y compró veinticuatro conejos a razón de una pieza de plata cada uno. Le presentó estos cuadrúpedos al noble. Este apeló al Kazi.
—Debemos atenernos a la letra de la ley —contestó el Magistrado—, y yo apoyo la aseveración de que los conejos son cuadrúpedos.