Un aspirante a discípulo acosaba a Nasrudín haciéndole pregunta tras pregunta. El Mulá contestó a todas, y se dio cuenta de que el hombre no quedaba del todo satisfecho ; aunque, en realidad, estaba progresando.
Finalmente el hombre dijo:
—Maestro, necesito una guía más explícita. —¿ Qué sucede?
—Debo continuar haciendo cosas y, si bien avanzo, quisiera andar más rápidamente. Por favor, dígame un secreto tal como, según he oído, lo hace con otros.
—Te diré cuando estés preparado.
Más tarde el hombre volvió sobre el tema.
—Muy bien. Tú sabes que tu necesidad es la de imitarme, ¿ no es cierto?
—Así es.
—¿Puedes guardar un secreto ?
—Nunca se lo diría a nadie.
—Entonces, observa que yo puedo guardar un secreto tan bien como tú.