Reinaba gran intranquilidad en el país y el monarca había enviado una 'delegación cultural' a recorrer las aldeas para tranquilizar a la población. Dondequiera que iban, la gente quedaba muy impresionada, porque ellos, en conjunto, abarcaban un inmenso campo de conocimiento y pericia.
Uno era autor, otro sacerdote, un tercero miembro de la casa real. Había un abogado, un soldado, un mercader y muchos otros. En cada lugar donde se detenían convocaban a una reunión en el espacio abierto que se hallara más próximo, y la gente se reunía y les hacía preguntas.
Cuando llegaron al pueblo de Nasrudín, una gran muchedumbre que encabezaba el alcalde les dio la bienvenida. Se formularon y contestaron preguntas y todos fueron, en alguna medida, influidos por el despliegue y la importancia de la delegación.
El Mulá llegó tarde, pero como celebridad local que era, se lo empujó hacia el frente.
Qué hacen aquí ? —preguntó.
El jefe de la delegación sonrió compasivamente: —Somos un equipo de expertos y estamos aquí para contestar a todas las preguntas que la gente no pueda contestarse por sí misma. ¿Y quién es usted, por favor?
—Oh, yo —dijo Nasrudín al descuida—, será mejor que me hagan lugar en la plataforma. Subió y ubicóse junto a los dignatarios.
—Pues verán, yo estoy aquí para contestar las preguntas cuyas respuestas ustedes no conozcan. ¿Comenzamos con algunas de las cosas que desconciertan a ustedes, ilustres caballeros ?