Un día Nasrudín encontró a un fatigado halcón posado en el antepecho de su ventana. Jamás había visto un pájaro igual.
—Pobrecito —dijo—. ¿Cómo es posible que te hayan permitido llegar a este estado?
Cortó las garras del halcón, le enderezó el pico y le recortó las plumas.
—Ahora te pareces más a un pájaro —dijo Nasrudín.