El Mulá resolvió un día llevarle al Rey unos hermosos nabos que había cultivado. En el camino se encontró con un amigo, quien le aconsejó que regalara algo más refinado, como por ejemplo higos o aceitunas.
Compró algunos higos y el Rey, que estaba de buen humor, los aceptó y lo recompensó por ello.
A la semana siguiente compró unas enormes naranjas y las llevó al palacio. Pero el Rey estaba irascible y se las arrojó a Nasrudín, golpeándolo fuertemente.
Al levantarse del suelo, el Mulá se dio cuenta de la verdad.
—Ahora comprendo: las personas llevan cosas pequeñas en lugar de pesadas, porque cuando les son arrojadas no les duelen tanto. De haber traído nabos, me hubieran matado.