Una noche de luna Nasrudín transitaba por un solitario camino, cuando oyó un ronquido que provenía de alguna parte, aparentemente localizado debajo de sus pies. De pronto sintió miedo y estaba a punto de echar a correr cuando tropezó con un derviche que yacía en una cavidad semi subterránea que él mismo se había cavado.
Quién es usted ? —tartamudeó el Mulá.
—Soy un derviche y éste es mi lugar de contemplación.
—Tendrá que permitirme que lo comparta con usted. Su ronquido me atemorizó al punto de hacerme perder los sentidos y esta noche no puedo continuar mi camino.
—Entonces tome el otro extremo de esta frazada —dijo el derviche sin entusiasmo— y acuéstese aquí. Por favor quédese callado, pues yo estoy de vigilia. Es parte de una complicada serie de ejercicios. Mañana debo cambiar el esquema y no puedo soportar interrupciones.
Nasrudín se quedó dormido por un rato. Luego se despertó muy sediento.
—Tengo sed —le dijo al derviche.
—Entonces vuelva al camino. Allí encontrará un arroyo.
—No, aún tengo miedo.
—Entonces yo iré —dijo el derviche—. Después de todo, proveer agua es una obligación sagrada en Oriente. —No, no vaya; si me quedo solo tendré miedo. —Tome este cuchillo para defenderse.
Mientras el derviche se hallaba ausente, Nasrudín se dejó invadir aun más por el miedo, sumergiéndose en un estado de creciente ansiedad, que trató de contrarrestar imaginando cómo atacaría a cualquier demonio que lo amenazara.
Al poco tiempo el derviche regresó.
—¡Manténgase a distancia o lo mataré! —dijo Nasrudín.
-Pero si soy el derviche —dijo el derviche.
—No me importa quién sea usted. Puede ser un demonio disfrazado. ¡Además, usted tiene afeitadas su cabeza y sus cejas! Los derviches de esa Orden se afeitan la cabeza y las cejas.
—Pero he venido a traerle agua, ¿no se acuerda? ¡ Usted tiene sed!
—¡No trate de congraciarse conmigo, demonio! —¡Pero es mi celda la que usted está ocupando! —Qué mala suerte la suya ¿no? Tendrá que buscarse otra.
—Eso supongo —dijo el derviche—, pero realmente no sé qué pensar de todo esto.
—Hay algo que puedo decirle —acotó Nasrudín—, y es que el miedo tiene múltiples direcciones.
—Sin duda parece ser más fuerte que la sed, la cordura o las propiedades de otras personas —dijo el derviche.
—Y no es necesario padecerlo para tener que sufrir por culpa de él —agregó Nasrudín.