La mujer del Mulá tenía una amiga a quien, a menudo, le daba la comida que Nasrudín traía para su propia cena. Un día éste dijo:
—¿Cómo es que siempre traigo comida y nunca la veo?
—El gato la roba.
Nasrudín corrió a buscar su hacha y la guardó dentro de un cofre.
—¿Por qué haces eso? —le preguntó su esposa.
—Estoy escondiéndola —dijo el Mulá—; si el gato roba carne cuyo valor son centavos, no pasará por alto mi hacha que cuesta diez veces más.