Un analfabeto fue a ver a Nasrudín y le pidió que le escribiera una carta. No puedo —respondió el Mulá—, pues tengo un pie quemado.
—¿Y eso qué tiene que ver con el escribir una carta?
—Como nadie puede entender mi escritura, sin duda tendría que viajar a alguna parte para explicarle a alguien lo que dice la carta. Y mi pie está ulcerado; por lo tanto no tiene sentido escribir la carta, ¿no es así?