Caminando un atardecer por una carretera desierta, el Mulá vio a un grupo de jinetes que avanzaban hacia él.
Su imaginación comenzó a trabajar; se vio prisionero y vendido como esclavo o reclutado en el ejército.
Nasrudín echó a correr, escaló rápidamente el muro de un cementerio y se acostó en una tumba abierta.
Intrigados por su extraño comportamiento, los hombres, que eran viajeros honestos, lo siguieron.
Lo encontraron tendido, tenso y temblando.
—¿Qué está haciendo en esa tumba? Lo vimos alejarse corriendo. ¿ Podemos ayudarlo?
—El solo hecho de que ustedes puedan hacer una pregunta, no indica que exista una respuesta simple para ella ,—dijo el Mulá, quien se dio cuenta entonces de lo que había sucedido—. Todo depende de como ustedes lo vean. Sin embargo, si quieren saberlo, les diré: yo estoy aquí a causa de ustedes y ustedes están aquí a causa de mí.