Después de un largo viaje, Nasrudín se encontró entre la bulliciosa muchedumbre de Bagdad. Nunca había visto un lugar tan grande, y la gente que llenaba las calles lo confundió.
—Me pregunto cómo se las arregla la gente para no perderse y para saber quiénes son, en un lugar así —reflexionaba Nasrudín.
Luego pensó: —Debo recordarme bien, de lo contrario podría perderme.
Apresuradamente se dirigió a una posada. Un bromista estaba reposando en una cama ubicada al lado de la que había sido asignada a Nasrudín. Este quería dormir una siesta, pero tenía un problema: cómo hacer para encontrarse a sí mismo nuevamente cuando despertase.
Se confió a su vecino.
—Muy sencillo —dijo el bromista—. Aquí hay una vejiga inflada. Átela alrededor de su pie y váyase a dormir. Cuando se despierte, busque al hombre con el globo y ése será usted.
—Excelente idea —dijo Nasrudín.
Un par de horas más tarde, el Mulá se despertó. Buscó la vejiga y la encontró atada a la pierna del bromista.
Pensó: 'Sí, ése soy yo'. Entonces, enloquerido de miedo, empezó a zarandear al otro hombre:
—i Despierte! Algo ha sucedido, tal como yo pensé. ¡Su idea no ha dado resultado! —Despertó el hombre y preguntó cuál era su problema. Nasrudín señaló la vejiga.
—Me doy cuenta por la vejiga de que usted soy yo. Pero si usted soy yo, ¿quién, por el amor de Dios, SOY YO?