Al visitar a un amigo que estaba enfermo, Nasrudín llegó al mismo tiempo que el doctor. Este permaneció en la casa menos de un minuto y su velocidad para diagnosticar dejó pasmado al Mulá.
Primero el doctor miró la lengua del paciente y, luego de una breve pausa, dijo:
—Usted ha estado comiendo manzanas verdes. Deje de hacerlo. Se mejorará en un par de días.
Olvidando todo lo demás, el Mulá siguió y alcanzó al médico cuando se retiraba de la casa.
—Por favor, doctor —jadeó—, dígame cómo lo hace.
—Cuando se tiene experiencia para distinguir diversas situaciones, resulta simple —dijo el doctor—. Verá, en cuanto supe que el hombre tenía dolor de estómago, busqué una causa. Cuando entré en el cuarto, vi un montón de cáscaras de manzanas verdes debajo de la cama del enfermo. El resto era evidente.
Nasrudín le dio las gracias por la lección.
En otra oportunidad y al concurrir de visita a la casa de otro amigo, fue la mujer de éste quien contestó al llamado en la puerta. —Mulá —le dijo—, no necesitamos un filósofo, sino un doctor. Mi esposo tiene dolor de estómago.
—No piense que el filósofo no puede ser un médico, señora —dijo Nasrudín, llegando hasta la presencia del paciente.
El hombre enfermo yacía sobre el lecho, quejándose.
Nasrudín se dirigió directamente hasta la cama, se fijó debajo de ella y llamó a la mujer al cuarto.
—Nada serio —le dijo—, estará bien en un par de días. Pero eso sí, deberá asegurarse de que reduzca su hábito de comer monturas y bridas.