Con el contacto con los europeos y su civilización surgieron en Oceanía nuevos mitos de una forma espontánea y se transformaron los ya existentes para explicar el lugar de los recién llegados en el cosmos. Lo que más impresionó a los melanesios y otros habitantes de la región sobre aquellas gentes venidas del mar fue la increíble cantidad de productos que llevaban en sus barcos. Los nativos de Nueva Guinea, entre otros, llegaron a la conclusión de que los europeos estaban destinados a transportar su cultura, y el término «cargamento» se transformó del inglés pidgin en kago, palabra que significa «bienes», «pertenencias» o «riqueza».
Los melanesios creían que los occidentales poseían una magia y unos rituales especialmente eficaces pata obtener tal riqueza e iniciaron una serie de «cultos al cargamento» con la intención de adquirir su conocimiento. Creían que les llevaría el kago un antepasado, un dios u otra figura venerada (en algunos casos incluso los patrones norteamericanos o europeos del jefe colonial local), cuya llegada anunciaría una nueva era de abundancia, justicia y libertad del dominio extranjero, y en consecuencia, las autoridades coloniales solían perseguir los cultos al cargamento.
Durante la segunda guerra mundial, muchos creyeron que Dios había enviado a los japoneses para ayudar a derrotar a los europeos, para que los nativos accediesen a las fuentes secretas del kago. Antes de convertirse al cristianismo, en la época anterior a la guerra, los habitantes de Vanuatu creían en la existencia de un ser llamado Karaperamun, del que procedían todas las cosas de la vida.
En 1940 empezaron a apartarse del cristianismo y a resucitar las costumbres tradicionales, porque habían oído contar que había aparecido un tal «John Frum», encarnación de Karaperamun, portador de una nueva era de kago. Una noche, en el transcurso de una ceremonia tradicional, un hombre anunció que era una manifestación de John Frum y que se produciría una catástrofe natural, tras la cual surgiría un poderoso reino, la tierra se allanaría y daría más frutos, desaparecerían la enfermedad y la vejez y no habría necesidad de trabajar. Los europeos se marcharían y John Frum daría dinero a todos, según las necesidades de cada cual.
Al año siguiente, con el recrudecimiento de la guerra en el Pacífico, sobrevolaron Vanuatu muchos aviones y se extendió la creencia de que los aparatos eran las naves que transportaban el kago y la nueva era prometida. Desde entonces, numerosos individuos se han autoproclamado John Frum, conocedor de los secretos del kago; pero, con el desarrollo, los melanesios empezaron a comprender que se pueden obtener riquezas trabajando en los términos económicos de los europeos.