Oceanía suele dividirse en tres regiones: las grandes islas por encima de Australia -Melanesia- ocupadas desde hace mucho tiempo por pueblos agrícolas de piel oscura; grupos dispersos de islas contiguas a Asia -Micronesia- pobladas por un pueblo marinero de origen asiático; y las islas lejanas de la Polinesia, que forman un triángulo con Hawai en el norte, Nueva Zelanda en el sur y la isla de Pascua en el este. A diferencia de los melanésicos y micronésicos, que hablan cientos de lenguas distintas y tienen muchas mitologías, los polinésicos hablan lenguas que pertenecen a un único grupo, aunque sus mitologías reflejan influencias diversas.
Las mitologías primigenias de Oceanía reflejaron casi siempre su origen chamánico, los intentos por parte de curanderos y médiums experimentados de manipular y controlar el mundo espiritual e incluso visitarlo. En toda la región, las leyendas y los relatos populares hablan de embaucadores famosos, personajes que cambian de forma y viajeros entre mundos. No obstante, hay grandes diferencias. En buena parte de Melanesia y otros grupos insulares, las facetas más negativas del chamanismo derivaron en magia y brujería. En el resto de la región se desarrollaron o se introdujeron cultos religiosos, algunos procedentes de Asia, otros incluso de América, con su propia base chamánica distintiva.
Una de las migraciones procedentes del Sudeste Asiático hacia Polinesia, seguramente a través de la isla de Futuna, introdujo una cosmología indoeuropea con numerosos cielos e inframundos, un árbol del mundo, las aguas de la vida y un mundo especular (imagen en un espejo), llamado Pulotu. Los que seguían estas ideas -los pulotu- dominaron en el oeste de Polinesia y Fiyi, mientras que los papa-tea, que defendían un panteón surgido de los dioses progenitores, Papa y Atea, predominaron en el este de Polinesia, incluyendo Nueva Zelanda, donde Rangi sustituyó a Atea.